Conseguir que los mejores se dediquen a la formación de las futuras generaciones es un sueño pocas veces alcanzado. Peor, todavía, en países como el nuestro, en donde el Estado nunca ha priorizado la educación y en donde la profesión de educador es una de las menos reconocidas socialmente. Muchos de los peruanos más valiosos no han valorado la importancia o no han tenido la oportunidad de enseñar a los niños. Hay, sin embargo, excepciones; una de las más notables, la de Constantino Carvallo.
Carvallo, hijo y nieto de prominentes médicos peruanos, escogió más bien el camino de las letras y se graduó como filósofo en la PUCP a fines de los años 70. Se embarcó pronto en el mundo de la educación fundando, en 1978, en Barranco, el colegio Los Reyes Rojos, en homenaje al poeta Eguren. Fue, desde su inicio, un colegio "diferente", que rompía radicalmente esquemas y que definió sus objetivos centrales en la "forja del carácter del individuo y del ciudadano" y en "la búsqueda crítica del saber". Convirtió allí Carvallo, en práctica concreta y exitosa, su visión de la educación. Como es natural, sus ideas educativas, novedosas y audaces han sido discutidas y han tenido detractores. Pero lo que nadie puede negar es que, 30 años después, por una razón u otra, su filosofía educativa ha influido en la visión que tiene parte importante de la clase media limeña sobre cómo formar a sus hijos.
Pero el compromiso de Carvallo fue mucho más allá de lo privado. Se expresó en proyectos educativos para sectores de extrema pobreza, en su activa participación en el Consejo Nacional de Educación y en sus escritos y opiniones que lo convirtieron en uno de los referentes más respetados sobre el quehacer de la educación nacional. Por cierto, quienes hemos seguido con interés sus puntos de vista a lo largo de los años sabemos que nada más lejos, la suya, de una visión dogmática; que su comprensible crítica a nuestra desoladora realidad educativa estaba acompañada, a la vez, de un reconocimiento entusiasta de los pequeños y valiosos cambios concretos que se podían conseguir cuando se ponía ganas y sensatez.
Merecidamente, los homenajes que recibe Carvallo son múltiples y provienen de gente de los más diversos sectores y generaciones (mucho en los diarios, pero impresionante y conmovedor lo que circula en la 'blogósfera'). Es que la muerte de alguien valioso subleva; mucho más, todavía, cuando llega absurdamente temprano, arrebatándole a él todo lo que tenía todavía por vivir y privándonos a los demás de lo mucho que tenía aún por dar.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
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